Quercus faginea
Paseando por el monte podremos encontrarnos con un curioso árbol, el quejigo o cajigo. Responsable de que a algunas zonas, nuestros abuelos las bautizaran como "el Cajigar" o "los Cajigares", lo que nos hace imaginar que antiguamente tapizaba algunas de las laderas del Rincón.
Antiguamente ha sido valorado por su leña, su vistosidad y porque gracias a él se han realizado tintas de calidad. Ahora, en cambio, pasa desapercibido la mayor parte del tiempo. Ha sido cortado hasta casi su desaparición, quedando algunos ejemplares dispersos como únicos representantes de esta especie.
Es un árbol ideal para plantar en los jardines por su bonita hoja lobulada, que en parte pierde en el invierno y en parte conserva, decorando el árbol con tonos dorados.
Lo que más nos llama la atención del cajigo en invierno son unas bolas que parecen de madera. Pueden parecer frutos, pero no lo son. Son agallas que el árbol produce cuando un insecto pone sus huevos en sus brotes jóvenes. El cajigo protege esos huevos con sus agallas y por esta buena acción es recompensado con la capacidad de crear una de las mejores tintas que se han elaborado de forma artesanal, responsable de la copia de millones de libros, cuando las copias aún se hacían de forma manuscrita.
Alberto Olmo Lapeña
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